"Dios lo dijo; ¡Él lo hará!"
La Biblia testifica vez tras vez que si Dios lo dijo, Él lo hará: desde el nacimiento del hijo de Abraham, Isaac, a la posesión de los israelitas de la Tierra Prometida y su regreso a ella
“Demuéstrame en una frase que se puede confiar en la Biblia.” Luchando con la confiabilidad de la palabra de Dios, el rey de Prusia le presentó este reto a su capellán.
El capellán respondió: “No necesito una frase; sólo una palabra.”
“¿Cuál es esa palabra que lleva tanto peso como prueba?” preguntó el rey.
“La palabra es Israel.”
Ese sabio capellán sabía que la preservación del pueblo de Israel, incluso en medio de su rebelión e incredulidad, demostraba que se puede confiar en que Dios cumplirá sus promesas a los creyentes. Si Dios lo dijo, él lo hará.
En el Antiguo Testamento muchas de las promesas de Dios a su pueblo escogido, Israel, tenían que ver con su bendición especial en la tierra de Canaán, “la Tierra Prometida.” Dios empezó con tres promesas a Abraham: darle una tierra, hacer de sus descendientes una gran nación, y bendecir al mundo por medio de él (Génesis 12:1-3). Una tierra . . . una nación . . . y una bendición. Dios lo dijo; pero, ¿lo haría?
Este pasado mes de mayo Cynthia y yo dirigimos a un grupo de oyentes de Insight for Living en una gira por la Tierra Prometida. Una noche, al contemplar la vasta expansión del cielo nocturno, recordé las promesas que Dios había hecho hace casi cuatro mil años. Dios le dijo a Abram: “Mira ahora los cielos, y cuenta las estrellas, si las puedes contar. . . . Así será tu descendencia” (Génesis 15:5). Esa es una promesa audaz ¡que Dios le hizo a un hombre ya viejo que no tenía hijos.
Para Abraham y Sara, mientras ellos contemplaban asombrados las vastas constelaciones, la promesa de Dios debe haberles parecido absolutamente Sin embargo estrambótica.
La Biblia testifica vez tras vez que si Dios lo dijo, Él lo hará: desde el nacimiento del hijo de Abraham, Isaac, a la posesión de los israelitas de la Tierra Prometida y su regreso a ella, de la preservación de un remanente a través de toda la historia a la bendición de las naciones por medio de ellos. Y cuando Jesús vuelva, esas antiguas promesas de una tierra, una nación, y una bendición se cumplirán cuando Cristo se siente en su trono y reine sobre la nación restaurada de Israel (Mateo 19:28; Apocalipsis 20:4).
En otras palabras, el Señor tiene un futuro para la nación de Israel. Pablo nos recordó que los dones y el llamamiento de Dios a Israel son irrevocables (Romanos 11:29). Si Dios lo dijo, Él lo hará. Él no va a cambiar de parecer ni espiritualizar sus promesas a mitad del programa. Dios tiene un plan para Israel. No ha quedado en el olvido, ni ha cambiado, ni se ha cancelado. Y durante la Tribulación venidera el Señor se preocupará de que un remanente de Dios quede sellado para salvación, tal como predice el libro de Apocalipsis:
Y oí el número de los sellados: ciento cuarenta y cuatro mil sellados de todas las tribus de los hijos de Israel (Apocalipsis 7:4).
Ese remanente de Israel será protegido divinamente y apartado para un propósito especial. Serán dejados en la tierra como evangelistas, testigos en los días oscuros de la Tribulación. Muchos otros vendrán a la fe en Jesucristo por su testimonio. Serán los pocos escogidos de Dios que verán el cumplimiento de sus promesas antiguas de que Israel será una bendición a toda las naciones (Génesis 26:4; Apocalipsis 14:1-5).
Así que, ¿qué significa para nosotros la fidelidad de Dios a Israel? Permítame darle un recordatorio estimulante. La fidelidad de Dios a Israel quiere decir que nosotros podemos confiar en que Él cumplirá sus promesas a nosotros. La palabra de Dios es un depósito verificable de promesas. No son sueños y esperanzas huecas, ni tampoco perogrulladas elocuentes para hacernos sentir bien, sino promesas; garantías verbales por escrito, firmadas por el mismo Creador, de cosas específicas que él declara que hará o que no hará. En un mundo de mentirosos, engañadores, farsantes e impostores, es un alivio saber que hay Alguien que guarda sus promesas.
¿Duda usted de la palabra de Dios? ¿Se preocupa si acaso él pudiera cambiar de parecer en cuanto a usted? ¿Se preocupa de que a lo mejor usted haya ido más allá de los límites de su infinita gracia? ¡Imposible! Él nunca lo dejará ni lo abandonará (Hebreos 13:5). Como con Israel, los dones y el llamamiento de Dios son irrevocables.
En breve, si Dios lo dijo, Él lo hará. Usted puede contar con eso.